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7 de diciembre de 1957: Guerra de Ifni
Relatos - Relatos de la Mili |
Fuente: 24 Kilates
7 de diciembre de 1957: Guerra de Ifni, grupo mixto y batallón “Soria nº 9” (22 muertos y 18 heridos en menos de una hora)
El 16 de Junio de 1962 se le dio una comida de homenaje al recientemente ascendido a brigada y concedido la medalla de África al que fue “mi” sargento y “mi padre” durante un año de mili en la Mixta, que desde Julio de 1961 era “Mixto”, al haber pasado del mando de un capitán a un comandante; me refiero a una gran persona, DON ANTONIO FORTES CALDERÓN, “funcionario” eficiente, políglota del árabe y de los diversos dialectos y hablas del sur y norte de Marruecos y tal vez un poco brillante militar si lo medimos por los baremos soeces, autoritarios y “mano larga” que adornaban a algunos de sus compañeros del Grupo de Policía (de la “pasta” de Fortes era Marrero, y de la piel de “Satanás” otros cuyos nombres omito).
La comida fue el rancho de la tropa, muy mejorado, rematado con café, copa y puro; asistieron autoridades y todo el personal civil y militar libre de servicio y se escucharon diversos discursos de alabanza hacia Fortes que llevaba en el Territorio la friolera de veintiséis años.
Era ya tarde cuando subíamos del comedor con destino a la oficina de Autos para dejar los obsequios que le habían entregado, cuando se paró (nos paramos) ante el monolito que se había inaugurado (con la finalización de todas las obras del Cuartel) el 22 de mayo, en recuerdo al cabo 1º Eugenio Fraile y el policía Juan-Ángel Guzmán, ambos militares profesionales, muertos el 7 de diciembre de 1957, según rezaba la inscripción allí puesta. En ese momento, el brigada Fortes dijo estas enigmáticas palabras: “Esas dos muertes y otras muchas de aquel día podían haberse ahorrado si la marcha atrás de los camiones hubiera funcionado”. No añadió vocablo alguno, ni yo supe a qué se refería o sencillamente hablaban “los efectos del vino, el coñac y las emociones de la jornada”. Lo único que hice, como tantas veces, fue tomar anotación literal de la frase y guardarla en la carpeta de las “notas” con la referencia de quien la había pronunciado, la fecha y la circunstancia. Y ahí durmió años y años.
Hace algún tiempo cuando, tras mi jubilación del cargo de Letrado de la Administración de Justicia, me dediqué a abrir las carpetas y consultar los papeles acumulados durante mi servicio militar, con los que fui escribiendo algunos artículos “colgados” en diversos foros de internet, esa frase de Fortes careció de significado mientras no pude recopilar mediante lecturas y percepciones propias lo que era el Grupo Mixto en 1957, que mandaba el comandante Alfredo Nogales Marín, cuya oficina administrativa comandaba el Brigada Naveira, con el entonces sargento primero Fortes de segundo, un cabo archivero aragonés, un escribiente catalán de reemplazo (Josep María Contijoch Casanovas) y un ordenanza baamarani; esa Oficina enlazaba con la de Zapadores que mandaba el teniente Juan-Manuel Ripollés Fando, en la que estaba destinado el Brigada Cilleros, y la Oficina de Autos del Gobierno General del A.O.E., al mando directo del teniente Miguel Guadalfajara Dorero auxiliado por el cabo primero José Botana. Esa era a grandes rasgos la estructura del Grupo Mixto afecto al Gobierno y Cuartel General del A.O.E.
La Oficina de Autos en cuestión, “protagonista” en parte de estas líneas, en la que cuando tres años después el que las escribe estuvo destinado, el teniente Guadalfajara había sido sustituido por el capitán Castilla, el cabo 1º Botana por el sargento 1º Fortes y se había agregado un cabo 2º (a mucha honra quien lo está relatando), tenía como misión principal todo lo relativo al Parque Móvil de Automovilismo del Gobierno y el Cuartel General de Ifni (en 1957 de todo el África Occidental Española, pues hasta 1958 no se disgregó en dos provincias: Ifni y Sáhara), incluyendo como es lógico las reparaciones y “puesta a punto” de los heterogéneos (y obsoletos) vehículos que lo componían; además, se ocupaba de la matriculación de vehículos privados y expedición de permisos de conducir para personal civil, previo los exámenes pertinentes. Obviamente, tenía talleres mecánicos, chapa, pintura, torno, fragua, electricidad, almacén de repuestos (poco abastecido) y contacto (por oficio escrito y en casos de mucha urgencia por vía telegráfica) con la delegación del Gobierno en Las Palmas para la solicitud de suministros.
Realizada esta contextualización del Grupo Mixto de 1957 y teniendo en cuenta de que quien esto escribe estuvo allí solo tres años después y conoció personalmente a Ripollés, Naveira, Fortes, Castilla y Guerra y policías que con destino allí en aquellas fechas (Contijoch, Pepe Sabater y Juan López Moreno o mecánicos-conductores como Antonio Pérez), así como que tuvo acceso a los archivos de la Oficina de Autos en la que estuvo destinado durante un año de su servicio militar junto (a las órdenes) de los jefes de la misma, Castilla y Guerra, ambos ascendidos a comandantes en aquel año y del sargento Fortes que también ascendió, concretamente a brigada, y conoció el estado calamitoso en el que se encontraban la mayoría de los vehículos del Parque (recientemente lo he plasmado en un artículo titulado “La gimnasia matutina en la Mixta”) me parece estar en situación y mínimamente legitimado para intentar reconstruir aquel 7 de Diciembre de 1957, para lo que previamente vamos a copiar lo que Sabater detalló en su diario con relación a la muerte de los compañeros del Mixto y de los soldados del “Soria 9”:
“Día 6 de diciembre (viernes): sale un convoy con fuerzas del batallón de Soria para proteger a la sección de Ingenieros al mando del teniente Ripollés, del Grupo Mixto, que van a intentar arreglar la pista hacia Tagragra-Tiugsa.
Día 8 de diciembre (domingo): arriban varios camiones con quince muertos y heridos del convoy que salió a arreglar la pista. Entre los muertos figuran Eugenio y Guzmán, compañeros del Grupo Mixto. El teniente Ripollés ha sido evacuado, herido, con cinco tiros en las piernas”.
Están profusamente documentados los sucesos del 7 de diciembre de 1957 en el que perdieron la vida el alférez Rojas Navarrete, 17 de sus hombres del “Soria 9”, 2 policías del Grupo Mixto y 2 legionarios de la VI Bandera, así como heridos otros 18 militares más, entre ellos el teniente Ripollés y el sargento Soria de Zapadores, así como el capitán Ávalos, los tenientes Margarit y Pareja y el sargento Bernal, de la Legión.
Por parecernos las guías más adecuadas, seguiremos al general Rafael Casas de la Vega y su libro “La última guerra de África”, colección Adalid, edición de 2008, páginas 267, 268 y 269, así como el artículo del general Vicente Bataller publicado en la revista “Ejército” nº 16, páginas 19 y 20, que sustancialmente vienen a coincidir sobre las circunstancias de este lamentable suceso, aunque Bataller “actualiza” los datos de forma definitiva a nuestro entender.
Ni las “fuentes” mencionadas ni otras consultadas nos han podido aclarar con rotundidad el lugar exacto donde ocurrieron aquellos hechos sobre los que estamos escribiendo que posiblemente quedó en el perímetro usurpado por Marruecos. No obstante, F. Antolín Hernández Salguero ha elaborado los mapas que a continuación insertamos, que nos parece son los más acertados para ubicar el “lugar de autos”.
Según el “diario” de Pepe Sabater, que se encontraba en el Cuartel del Grupo Mixto, el día 6 de diciembre, viernes, sale un convoy con fuerzas del “Soria 9” para proteger a los zapadores del teniente Ripollés para arreglar la pista, convoy que según los generales escritores a los que vamos siguiendo ubican (ambos) sobre las 12 horas del día 7 de diciembre a la altura del despliegue de la VI Bandera de la Legión (cota 552) donde la pista estaba encajonada. Los zapadores del Grupo Mixto (en dos camiones) van al mando del teniente de ingenieros Juan Manuel Ripollés Fando, mientras que la protección armada la realiza la 1ª sección de la 1ª compañía del Batallón Expedicionario “Soria nº 9”, al mando del Alférez Eventual de Complemento Francisco Rojas Navarrete. En ese punto, el capitán Ávalos Gomáriz, jefe de la 11ª Cía. legionaria que ocupa la parte baja de la colina (cota 552), aconsejó al alférez que no continuara avanzando y retrocedieran (iban arreglando la pista, tapando zanjas y retirando obstáculos) ya que se sabía que las zonas al norte de la carretera estaban ocupadas por abundante enemigo que atacaría a su Sección sin que los legionarios pudieran protegerlos, dada la distancia a la que se encontraban. Al insistir el alférez en su progresión, el comandante León Gallo, jefe de la VI Bandera, le prohibió tajantemente continuar la marcha.
Un atento examen de los mapas nos revela que la pista que los zapadores del teniente Ripollés estaban intentando poner en condiciones operativas era muy estrecha, encajonada entre montañas, constituyendo lo que se denomina un desfiladero, no apta para que los dos camiones pudieran dar la vuelta y regresar a Sidi Ifni; es un hecho evidente. Pero también lo es que el oficial y el jefe legionarios habían advertido que el enemigo podía estar (lo estaba, como fatídicamente se comprobó) hacia delante y que para encontrar una zona lo suficientemente ancha como intentar la maniobra de giro debían recorrer más de un kilómetro. Se puede alegar que un oficial como Rojas Navarrete estuviera “sediento de gloria” en busca de medallas, pero allí, en la cadena de mando era el último de todos (por encima tenía a Ripollés, por no hablar del capitán Ávalos y del comandante León) y si continuaron la marcha en vez de retroceder en “marcha atrás” otro kilómetro aproximadamente para salir del desfiladero, a cubierto y amparo no solo de la Sección del “Soria 9” sino de la compañía de la Legión, tuvo que ser debido a que ¡fue imposible! como debieron poner de relieve en aquellos tensos momentos los conductores de los camiones, cabo 1º Fraile y policía de 2ª Guzmán, ambos profesionales (no eran de quinta y reemplazo de 1957, sino que llevaban varios años en el Mixto, antes llamado 3º de Especialidades) que debían saber el estado de los camiones que manejaban. Lo cierto y verdad es que se llevó a efecto la maniobra más contraproducente (en vez de retroceder, avanzar), la más ilógica, aunque tal vez la única posible si la marcha atrás de uno o de ambos camiones no funcionaba correctamente o por otra circunstancia mecánica que solo sus conductores podían saber, no eran capaces de mantener un recorrido de contramarcha de un solo kilómetro para salir del atolladero en el que se encontraba y que les iba a costar la vida a tantos de ellos.
Lo ocurrido ya es bien sabido. El propio Pepe Sabater Fernández, policía que estaba en el Grupo Mixto, recoge en su “diario”:
“Día 7 de diciembre (sábado): siguen saliendo los aviones continuamente cargados de bombas hacia el campo. Son liberados por tropas de Tiradores, Paracaidistas e Infantería los destacamentos de Tagragra-Tiugsa y Tenin, teniéndose noticias de haber sido atacado fuertemente el convoy que salió ayer para arreglar la pista habiendo varias bajar por nuestra parte”.
El general Bataller, en la revista “Ejército” dice:
“El Alférez insistió en proseguir (la marcha) y tuvo que intervenir el comandante León Gallo, jefe de la VI Bandera, quien ¡tajantemente! le prohibió continuar la marcha. Sin embargo, no había más remedio que dar la vuelta a los camiones y como la pista era muy estrecha en dicho lugar el alférez Rojas tuvo que avanzar en busca de un ensanchamiento donde girar, alejándose a un kilómetro más de lo esperado”.
“El sargento López Gil explicó que al llegar a la zona donde los camiones debían dar la vuelta sufrieron de repente una gran descarga de fusilería y armas automáticas que además de inutilizar los vehículos, produjo bajas entre los zapadores que iban dentro. Los fusileros (del Soria 9) reaccionaron inmediatamente haciendo fuego bajo la dirección del alférez Rojas Navarrete mientras empezaban a caer granadas de mortero, una de las cuales hirió gravemente al oficial que aún así continuó pistola en mano dando órdenes hasta morir, resistiendo la Sección cuerpo a cuerpo, a machetazos y no siendo exterminados todos gracias a que al escuchar a lo lejos los disparos el comandante León ordenó al capitán Ávalos que avanzara con sus legionarios originándose una batalla entre los rebeldes y nuestras tropas…”.
Hablando días atrás (por teléfono) con el amigo y compañero Pepe Sabater me confirmaba que los dos fallecidos en aquella emboscada (Eugenio Fraile y Juan-Ángel Guzmán), tenían unos cinco años más que ellos, los recién incorporados por el reemplazo obligatorio de 1957, por lo que eran “profesionales” y conductores de vehículos del Mixto; respecto de los camiones, aunque sin “mojarse”, no niega que fueran escasos, viejos, heterogéneos y su estado de “salud” no demasiado idóneo para aquellas terribles pistas llenas de piedras y baches, remitiéndose a su diario en el que recoge:
“Día 25 de noviembre (lunes): por la noche se allegan en nuestro Cuartel todos los camiones civiles, requisados para las necesidades bélicas”.
Este autor en diversas conversaciones con el también policía Antonio Pérez y Pérez, destinado primero en Tilliun y después en T’Zelata donde soportó (combatiendo) un cerco de quince días, conversaciones que invariablemente derivaban hacia los vehículos y la mecánica, profesión suya antes y después de la mili, me contaba que en aquella demarcación fronteriza con Marruecos el parque móvil del que disponían era “un camión, un comando, un jeep y una motocicleta con sidecar, así como un turismo Opel Record particular del fallecido brigada Gutiérrez Nalda, que resultaron casi todos acribillados durante el asedio” y que solo gracias a su pericia mecánica se pudo poner en marcha para evacuar al personal civil, heridos y muertos hacia Sidi Ifni al ser liberados. Y que aquellos vehículos del Gobierno eran viejos, en mal estado. Él utilizaba el jeep o el comando para marcar la pista de aterrizaje de Tiliuin para que los paracaidistas entrenaran (allí se hizo la “Operación Pañuelo”) y la motocicleta para ir a Sidi Ifni a por el correo y otros menesteres oficiales.
Del tema que nos ocupa conocemos a otras tres personas (vivas) además de Sabater que estaban en el Mixto aquel día 7 de diciembre. Una, llamada Leoncio Segura Llorens, el “gasolinero” del Grupo Mixto, que por su relación con los vehículos, conductores y mecánicos debía saber mucho, que también estaba en el Cuartel en aquella fecha, pese a que vive a pocos metros de mi domicilio en Alicante y he intentado durante años contactar con él, nunca he podido conseguirlo; es de los que “pasa” del tema de la mili, por lo que lo que pueda saber o recordar al respecto se lo llevará a la tumba con él; otro, el albaceteño Juan López Moreno, que después de licenciarse en la Policía se quedó a trabajar en el territorio y se convirtió en industrial hotelero hasta que con la retrocesión tuvo que volverse, con la familia que formó en Sidi Ifni, a su Albacete natal; en el Mixto realizó funciones de cocinero, (no se fiaban del musulmán que hasta entonces llevaba los fogones) de fotógrafo adscrito a la Sección de Autos, pero tampoco tenía demasiada memoria para hechos concretos de su larga mili profesionalizada. Ahora es imposible hablar con él ya que por un tumor le han extirpado las cuerdas bucales.
En cuanto a Josep María Contijoch, en el libro “SIDI IFNI 57” publicado en 2012, recoge los sucesos de aquella fecha que en algunos detalles difieren mínimamente del “diario” de Sabater. Copiamos:
“El día 7 de diciembre de 1957 fue funesto para el Ejército en general y en particular para el Grupo Mixto. A primera hora de la mañana ‒Sabater dice que fue el viernes 6‒ se formó un convoy que salió para efectuar misiones de la Operación Gento: la liberación de un cerco y la reparación de una pista. En el convoy formaron varios amigos del Grupo Mixto, especialmente chóferes y zapadores bajo las órdenes de un teniente de zapadores apellidado Ripollés. Aquel día amaneció gris y tapado, el ambiente perturbado. Entre los que iban a salir se hallaba el chófer Ángel Guzmán Mateos, madrileño, casado, con una hija de meses, el cual había firmado cuatro años en Madrid. También salieron para el frente los “arcángeles”, apodamos así por llamarse Rafael, Gabriel y Miguel; los tres eran valencianos, también chóferes, y también Ismael, de apellido Sanz. De la Sección de Zapadores se integró el cabo Eugenio ‒Sabater lo define como chófer‒, madrileño, un hablador nato, fantasioso, simpático. Era delgado, estatura mediana, cara chupada y ojos saltones”.
“Salió el convoy del Grupo con dirección al norte. Estaban serenos, pero la seriedad cubría su rostro. Eugenio Fraile Hidalgo me dijo:
‒ A ver qué nos deparará la vida, Conti.
Yo le repliqué:
‒ Déjate de tonterías.
Y para quitarle importancia agregué, sonriendo:
‒ Le diré al cocinero que guarde comida caliente por si llegáis de noche”.
Lamentablemente no llegó, como no llegaron otros. Mejor dicho, llegó su cadáver en la caja de un camión. El convoy sufrió una emboscada a media mañana con un balance trágico de bajas. Por lo que respecta al personal del Grupo, a Eugenio y a Guzmán los mataron, mientras que Rafael y Gabriel quedaron malheridos y, de manera leve, Ismael Sanz. Los tres últimos, afortunadamente sanaron de las heridas. Contaba Rafael ‒¿era el conductor de uno de los camiones y no el cabo Eugenio como sostiene Sabater?‒ la última visión de aquel día fatal. Después de ametrallarle la cabina del camión, hallándose herido hizo esfuerzos para alejarse para caer a pocos pasos de la rueda trasera. En medio de la bruma del desmayo vio a varios soldados rebeldes que se acercaban, perdió el conocimiento y despertó en el hospital. Todo en un solo día. Aquella noche en el dormitorio había cinco camas vacías. Ismael Sanz nos contó que era la segunda vez que se veía inmerso en una emboscada guerrillera. La primera, días antes con la Sección del teniente Ortiz de Zárate, donde cercados fueron liberados el día dos y que en la lucha sostenida codo a codo con los paracaidistas había matado, por lo menos, a uno de los enemigos.
Llegados a este punto veamos con que “mimbres” cuento para construir un “cesto” en el que pueda adaptarse la presunta genuina versión de la razón por la que “a sabiendas” de lo que podía ocurrir, la columna de zapadores del Grupo Mixto, protegida por la Sección de Infantería del “Soria 9” mandada por el alférez Rojas Navarrete, avanzó y fue objeto de una emboscada del enemigo pereciendo el oficial y 21 soldados, resultando heridos otros 18.
Parto de la premisa que doy por cierta al haberla oído directamente: la enigmática frase que pronunció el brigada Antonio Fortes el día 16 de junio de 1962, ante el monolito levantado a la memoria de los compañeros del Grupo Mixto Guzmán y Fraile, muertos en combate el 7 de diciembre de 1957 y que yo anoté literalmente: “Esas dos muertes y otras muchas de aquel día podían haberse ahorrado si la marcha atrás de los camiones hubiera funcionado”.
A continuación he de poner de relieve que solo tres años después de aquellos macabros sucesos estuve destinado en ese Grupo Mixto, precisamente como cabo de la Sección de Automóviles del Gobierno, comprobando las graves deficiencias de los escasos vehículos que estaban a nuestro servicio; el jefe de talleres, un tal “maestro Juan”, un canario profesional, se desesperaba para tener operativos parte de nuestro “parque”, muchas veces “vampirizando” a otros de los que se extraían piezas por carecer de recambios; era público y notorio que la mayoría carecían de motor de arranque eléctrico y se tenían que poner en marcha mediante “tracción humana” (a empujones), según he descrito en mi libro de memorias y en un artículo publicado en mi blog y en Facebook titulado “La gimnasia matutina en la Mixta”; ese estado obsoleto del material me lo habían comentado en 1961-62, en la oficina, el mecánico leonés Fernando Díaz Aznar y el encargado de la fragua (Antonio Teruel Vidal), según notas que conservo. La petición de repuestos a la Delegación gubernamental de Las Palmas no era demasiado fluida y desde luego poco positiva pues en la mayoría de los casos tenían que buscarse en desguaces no solo isleños sino peninsulares o extranjeros.
En tercer lugar, tenemos la orden contundente de un comandante de La Legión a un alférez (Rojas Navarrete) e, implícitamente, a un teniente (Ripollés) de que no avancen, o lo que es lo mismo, que retrocedan, pues más adelante está el enemigo. En esos momentos el convoy de los dos camiones con los zapadores del Grupo Mixto que intenta arreglar la pista se encuentra en un tramo de la misma que está encajonada en la cota 552 que tiene como un kilómetro hacia “el enemigo” y otro kilómetro “hacia atrás”, protegido por las fuerzas legionarias. La pista es tan estrecha que los camiones no pueden dar la vuelta; solo les cabe la marcha adelante o la marcha hacia atrás, en busca de un ensanche lo suficientemente amplio para el giro de los vehículos.
El general Bataller en su artículo de la revista “Ejército” en el que nos hemos venido apoyando dice:
“Sin embargo no había más remedio que dar la vuelta a los camiones y como la pista era muy estrecha en dicho lugar el alférez Rojas tuvo que avanzar en busca de un ensanchamiento donde girar, alejándose a un kilómetro más de lo esperado”.
El “NO HABÍA MÁS REMEDIO” y “EL TUVO QUE AVANZAR EN BUSCA DE ENSANCHAMIENTO” denotan que el lógico retroceso “NO SE PUDO REALIZAR” ¿Avería en los camiones? ¿Falta de pericia de los conductores? ¡Desde luego que no!; ha quedado constatado que todos ellos eran “profesionales”, pues no procedían de la recluta forzosa, sino que militares con varios años de servicio.
Parece incuestionable que el entonces sargento 1º Antonio Fortes tuvo ocasión de conocer de primera mano lo que había ocurrido aquel día; lo que había determinado la “huida hacia adelante” de la columna. Regresaron varios heridos y soldados ilesos del Grupo Mixto y un mando como él debió conocerlo detalladamente. Pudo hablar con los responsables de Autos (teniente Guadalfajara y cabo 1º Botana) y con el sargento Soria, de Zapadores, superviviente de la “batalla”. Yo pasé todo un año a su lado, pero nunca le oí hablar de la guerra (ni a él ni a nadie, era un tema tabú); solo aquel día 16 de junio pronunció una frase sin sentido en aquellos momentos y durante muchos años hasta, que he leído y estudiado aquella contienda y creído comprender la razón (o sinrazón de alguna de sus cosas) que ahora parece que se ha “iluminado”. Cierto que “radio macuto” siempre funcionó, que se rumoreaba que unos compañeros del Grupo habían muerto hacía poco (sin concretar cuando y como), que el teniente Ripollés iba por el patio del Cuartel arrastrando una pierna a consecuencia de heridas de bala; que algunos compañeros destinados en el Estado Mayor leían expedientes y papeles de aquel conflicto que a veces comentaban con nosotros y poca cosa más.
Hoy me atrevo a decir que los 2 compañeros del Grupo Mixto, el alférez Rojas Navarrete, 17 los soldados del “Soria 9” y los 2 legionarios muertos el día 7 de diciembre de 1957, así como la casi veintena de heridos, fue debido a que (como dijo el brigada Fortes) la marcha atrás de los camiones en los que se desplazaban los zapadores, ¡NO FUNCIONABA!
Para cerrar estas líneas voy a traer (me viene a la cabeza) los versos que en 1651 escribió el poeta británico George Herbert bajo el título de “Por un clavo se perdió un reino” que dice así:
Por la falta de un clavo fue que la herradura se perdió.
Por la falta de una herradura fue que el caballo se perdió.
Por la falta de un caballo fue que el caballero se perdió.
Por la falta de un caballero fue que la batalla se perdió.
Y así como la batalla, fue que un reino se perdió.
Y todo porque fue un clavo el que faltó.
Parodiando a George Herbert nos aventuramos a decir que por la “insignificancia” de no funcionar la marcha atrás de unos camiones, se perdió la “batalla” y la vida de 22 soldados de España. Ese fue el “clavo” de aquel día 7 de diciembre de 1957, “¡el que faltaba en aquellos vehículos!”.