Matías Lozano, durante la entrevistaFue Don Miguel de Unamuno quien inventó el vocablo de la intrahistoria para definir la "letra pequeña" de la Historia, aquello que no parece necesario (ni tal vez conveniente) darle excesivo relieve, para que no empañe el brillo del relato de los hechos que hacen los sesudos, doctos y (en ocasiones) presuntuosos historiadores.
Hace muy pocos días (el 30 de Junio) se han cumplido 44 años desde que España entregó Ifni a Marruecos. Conocemos el relato oficial, muy escueto y escasamente documentado gráficamente (los medios de comunicación españoles casi no tocaron el tema; todo lo contrario que hizo el Reino Alauita), y nos parece que puede ser interesante (no nos atrevemos a decir importante) dar a conocer el relato de un testigo presencial de aquel transcendental hecho, así como de los meses previos a la consumación de la "retrotraición" cometida por el gobierno del General Franco.
El cabo 1º de Tiradores, remitente de la misiva.Amigo Manolo:
Ante todo ruego disculpes la enorme tardanza en ponerme en contacto contigo, pero unos pocos problemillas y un mucho de abulia me lo han impedido.
Bueno, ya con el chip colocado y en marcha, voy a pasar a contarte mi "mili", no sin antes advertirte que debido a los años pasados y a mi desastrosa memoria esto se ha convertido en una especie de piel de dálmata. Hay detalles y anécdotas que recuerdo con cierta facilidad, pero van acompañados de lagunas imposibles de revivir.
De inicio quiero dejar patente que una serie de circunstancias influyeron en que a lo largo de mi estancia allí apenas hiciera amistades sólidas. Primero que mi compañía ser¬vía a todo el Tabor de ametralladoras, morteros y cañones sin retroceso (yo era cabo de una de estas armas) debido a lo cual un mes me destinaban a una posición y al mes siguiente a otra. Difícilmente se pueden consolidar amistades en tan corto periodo de tiempo y en segundo lugar también influyó negativamente mi ascenso en enero a cabo primero de complemento, los primeros chusqueros, sin ser descorteses, siempre me vieron como a un extraño y la tropa como alguien superior al que hay que obedecer pero no confraternizar.
Angel Ruiz durante la entrevista (29-12-2012)Tener la oportunidad de charlar con este "viejo" Tirador, excombatiente (de los de verdad) de aquella ignorada guerra de 1.957-58, es un auténtico lujo. Su privilegiada memoria y (porque ocultarlo) el diario manuscrito que fue confeccionando día a día durante la contienda, ofrecen a su interlocutor hechos detallados, minuciosos, de sucesos cotidianos de la vida del soldado en campaña que es imposible encontrar en ningún libro. Hoy, con la mayor emoción, ha sacado a colación la muerte de un cabo primero de su compañía (la 8ª del II Tabor) ocurrida el día 2 de Diciembre de 1.957.
Este cabo primero, que no era de mi pelotón aunque sí de mi compañía, era un veterano de la Guerra Civil española, en la que fue asistente del que años más tarde sería General-Jefe de la División Azul y Ministro del Ejército, Don Agustín Muñoz Grandes. Todos conocíamos su historia, así como que después de los dieciocho años transcurridos desde el final la guerra, solo había ascendido dos escalones en la milicia.
Estas simples palabras eran suficientes en cuanto oscurecía para que todos los que estábamos de refuerzo no dejáramos pasar a nadie.
Antonio-Tomás BermejoLa primera noche en Ifni, después de llevar cuatro meses de mili en Santa Cruz de Tenerife, nos tocó a cuatro soldados, un cabo y a mí hacer guardia fuera del recinto del cuartel donde había una gran meda de paja y donde estaba situada una gran hacina de leña de encina que servía para hacer "el pan nuestro de cada día", además de seis camiones aljibe o cuba que subían el agua a todas las posiciones y el camión que llevaba yo. Con lo bien que estábamos en Tenerife, allí estábamos muertos de miedo. ¡Menudo cambio nos tocó! Podemos decir que no pegamos ojo ninguno de los cinco en toda la noche.
A las siete de la mañana siguiente cuando todos se levantaron a la voz del imaginaria (no teníamos cornetas y ya no volvimos a oír dentro del cuartel ningún toque de corneta), la mejor cosa que nos pudo pasar fue ir todos a desayunar con la marmita llena del delicioso Cola-Cao en la mano y un chusco de pan que cogíamos del saco de los quemados o del saco de los torcidos que eran las viandas que ponían a nuestra disposición.
Hemos iniciado una agradable "charla", gracias a Internet y al teléfono convencional. Nos une un íntimo amigo común (Alfonso Maruenda Tomás) y el hecho de que Antonio es un "sufrido" lector de mis dos (y únicos) libros sobre Ifni, que él tiene la gentileza de adjetivar como ¡magníficos!, lo que demuestra que es un verdadero andaluz (por lo exagerado). Dice que con el primero (Ifni 1961-62. Memorias de un soldado) se emocionó y aprendió mucho, y que había comenzado el segundo (Historias secretas de Ifni. Hablan los soldados) previendo que le iba a "mover" tanto o más que el anterior.
Para conocernos físicamente me adjuntaba una foto "actual", con Mercedes, su esposa, y que en envíos sucesivos irían otras de aquellos meses pasados en Ifni, durante la guerra del 57-58, encuadrado en el Batallón Expedicionario "Pavía 19".