La hora de la comida en una posición de montaña (Foto álbum propio)Fuente: 24Kilates
Cuando se extingue la fuente de la creatividad y uno quiere continuar escribiendo, no tienes otro remedio que acudir a la copia de otros autores, eso que "finamente" se llama plagio y que se edulcora entrecomillando lo calcado. De ahí el título de estas líneas que he vampirizado a mi admirado Miguel Delibes, de aquella extraordinaria novela (que a él no le gustaba) "LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA", que tanto entusiasmo me produjo en la adolescencia y por la que me hice devoto de Don Miguel; su dominio del castellano en sus escritos te subyuga, haciendo que ames este idioma más y más. Hoy a su "pureza" idiomática solo puede compararse la de CARLOS SÁNCHEZ PINTO, el abulense-valenciano, multipremiado, que además es mi cuñado (casado con mi hermana Amparo)
Tomás Bermejo en su particular "foto-tarjeta de navidad"La nochebuena del año 1959 resultó una cena demasiado fría. Este año se cumplirán los 59 años de esas navidades en Ifni.
Sería difícil no recordar la cena que nos dieron, en la nochebuena de aquel año en Ifni. Fue una cena fría y silenciosa consistente en una gallina en una bolsa de plástico entera y congelada para cada uno, que no tenía más que huesos. Tuvo lugar en el comedor que inauguramos el día quince de octubre, día de nuestra patrona Santa Teresa.
Aquel comedor se hizo con el esfuerzo de todos mis compañeros y se mantuvo operativo para que lo disfrutaran nuestros compañeros durante diez años más, hasta que se cedió aquel territorio que tanto deseaban Mohammed V y el ejército de liberación mandado por su hijo Hassán II.
Un “crucero” (por tierra y mar) desde Alicante a Sidi-Ifni (seis días de “placentero” viaje)
Los “quintos”, macuto al hombro, dispuestos para el “crucero” (Foto de CARMELO MEDINA)Unos familiares que acaban de llegar de un idílico viaje (según ellos) de un crucero navideño, de los que tan abundantemente surcan las aguas mediterráneas y cuya propaganda inunda todos los medios de comunicación, me han estado contando las excelencias de la travesía, la exquisita comida servida a bordo, el afable trato de marineros y oficiales del barco (incluso del capitán) y las amistosas relaciones con otros pasajeros, me ha llevado a buscar en mi "diario" del servicio militar y en la carpeta de notas de aquella época, el "crucero" que a los jóvenes de mi quinta nos regaló nuestro Gobierno allá por 1961, entre el 17 al 23 de Marzo, ambos días inclusive, y no me recato en contarlo detalladamente ya que, por irrepetible en la época que actualmente vivimos, forma parte de la historia de nuestro modelo de las infraestructuras del ejército de antaño y de las comunicaciones existentes, que tal vez les guste conocer a las generaciones actuales.
Ricardo en la “presentación” de un hijo de Mustafá Faradi con familiares y amigos (Foto facilitada por Ben Hogde)Los días se deslizaban lenta, calladamente, en las últimas semanas del mes de diciembre de 1961; por primera vez muchos (casi todos) de nosotros íbamos a pasar las Navidades, la Nochevieja y el primer día de 1962, fuera de nuestros hogares, en una “morada” común para los policías destinados en el Grupo Mixto de Ifni. El jefe interino (comandante Guerra) empaquetaba sus pertenencias personales (devolvía la pistola que pidió tras los sucesos del 27 de agosto) y se iba de la Oficina de Autos, así como de la jefatura de la Unidad, de forma silenciosa, haciendo “mutis por el foro”, como se dice en el argot teatral. Llegaba, tras su permiso colonial y con la estrella de ocho puntas el que se fue como capitán en el verano pasado (Don Manuel Castilla Ortega), una incógnita para mi tras aquellos meses (¿Continuaría en mi puesto? ¿Me relevaría?)... Con más “mili que un machete”, como vulgarmente se decía en el idioma cuartelero, no temía perder las prebendas y ser trasladado a otra Unidad de tipo operativo, sino cortar las relaciones externas que había ido creando junto con mi querido amigo Ricardo Sacristán, futuro ingeniero industrial, destinado en la oficina de Obras Públicas como “ayudante” del comandante Lafuente en labores técnicas.
Aspecto parcial del Grupo Mixto con la puerta de entrada y el pabellón de dormitorios. (Foto de JOSEP AUGUÉ SOLÉ)Fuente: 24 Kilates
Fue el 11 de junio de 1962; lo tengo anotado en el “Diario” que llevé durante la “mili”, pero sobre todo en el “disco duro” del cerebro. No ha perdido actualidad pese a los más de cincuenta y seis años transcurridos desde entonces.
Faltaba algo más de un mes para licenciarnos, los reclutas del Grupo de Policía estaban todavía en el campamento pese a que habían Jurado Bandera el 27 de mayo, pendientes de pasar a sus destinos (entre los que debía encontrarse quien me sustituiría a mi), el sargento Fortes había regresado de “colonial” hacía unos días (yo había superado con éxito el escaqueo de las doce mil pesetas de la cantina), colaboré con gran entusiasmo en el homenaje que se le ofreció por su ascenso a Brigada y por la concesión de la Medalla de África y en la comida que los sargentos, clases de tropa y tropa le dimos en nuestro nuevo y amplio comedor, así como en la agradable sobremesa con discursos y charlas diversas. Eran unas fechas en las que mi ego (reconozco avergonzado) se había elevado de forma desmesurada, sin tener en cuenta que me creía “alguien” cuando en realidad no era “nada” en aquel engranaje militar del que el Grupo Mixto era, tan solo, una mísera tuerca, un tornillo sin importancia.